Es imposible no cansarse de algo que es eterno, y por la
misma razón es imposible no acostumbrarse. Yo creo que a Sísifo –el que empuja la piedra hasta lo alto de la colina y cuando está a punto de llegar
vuelve a caer-, a Salmoneo –al que devoran las llamas sin terminar de
consumirlo-, a Ticio –quien yace con las extremidades atadas y estiradas
mientras los buitres le comen el hígado-, a Ixión –que gira en una rueda sin
descanso-, a las cuarenta y nueve hijas de Dánao –que vierten agua en unas tinajas que no
se llenan nunca-, a Oncos –que trenza una cuerda que se come un burro-, a Atlas
–quien nos sostiene el planeta en brazos-, a Prometeo –quien, al igual que Ticio,
también da a la fuerza su hígado de comer a los buitres-, y a Tántalo –al que
no explicaron que en vez de intentar coger las uvas podría haber hecho como la
zorra del cuento, o sea, decir que estaban verdes y pasar de ellas-, a todos
ellos, digo, creo que sus torturas a estas alturas les dan la risa.
Eternamente condenados, dice la mitología. ¡Bah!, eternidad con caducidad, como la del amor ¡Qué exagerados somos los humanos! Al Sol -que es una miserable estrella de pueblo que no sabe ni hacer superonovas- llamamos Dios, y a lo que dura más de lo que nos apetece consideramos eterno.
Para castigos el de mi corazón, que lleva ya más latidos que habitantes tienela
India , él solito, y sin salirse del guión, sin exabruptos: pum, pum y pum, y
así hasta mil trescientos millones de veces, sin protestar, sin pararse y sin
darse importancia.
¿Qué habrán hecho sus células para ser así condenadas?, ¿qué proyecto secreto esconde mi corazón que a su lado Sísifo, Salmoneo, Ticio, Ixión, las hijas de Dánao, Oncos, Atlas, Prometeo y Tántalo diríase que están en un resort de vacaciones?, ¿por qué ese empeño en latir para que yo piense? Apasionante pregunta de calibre mitológico para inventarse una vida: menos mal que su condena no es eterna, pero mi paciencia sí.
Eternamente condenados, dice la mitología. ¡Bah!, eternidad con caducidad, como la del amor ¡Qué exagerados somos los humanos! Al Sol -que es una miserable estrella de pueblo que no sabe ni hacer superonovas- llamamos Dios, y a lo que dura más de lo que nos apetece consideramos eterno.
Para castigos el de mi corazón, que lleva ya más latidos que habitantes tiene
¿Qué habrán hecho sus células para ser así condenadas?, ¿qué proyecto secreto esconde mi corazón que a su lado Sísifo, Salmoneo, Ticio, Ixión, las hijas de Dánao, Oncos, Atlas, Prometeo y Tántalo diríase que están en un resort de vacaciones?, ¿por qué ese empeño en latir para que yo piense? Apasionante pregunta de calibre mitológico para inventarse una vida: menos mal que su condena no es eterna, pero mi paciencia sí.
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