Le contaba el otro día a quien me lo preguntaba que lo que
para mí están significando las experiencias de mis estancias en África y La India podría resumirse de
la siguiente manera: África me desoccidentalizó, me convirtió en flecha, y La India me ha convertido en
pensamiento, en un globo explotando al ser alcanzado por esa misma flecha.
Hay una parte de mi personalidad que se está retirando
dulcemente, como la ola que empapa la arena de la playa justo en la línea que
marcan las últimas pompas de espuma, como un beso deslizándose hacia abajo. Así
se va esa parte de mí para fundirse en el mar de mí. Y así de dulcemente lo
siento, como un tránsito natural dictado por la luz en luna creciente que
refleja mi luna. Y como mi idea de personalidad se adecúa a un proceso
dinámico, o sea, a su definición misma (Personalidad: proceso constante y
dinámico de desarrollo y perfeccionamiento del propio yo o persona), considero
que estoy en la ola de una evolución, no en el sumidero de una renuncia, así
que no siento ninguna carencia, sino un llenado. Si el desfile de mis emociones
hiciera ruido sería el de una botella a punto de llenarse.
El pasado, y en concreto las primeras experiencias –esos
laboratorios de melancolía- suelen segregar feromonas de apego, y despegar algo
entraña por definición la idea de desgarro, pero en este caso -el mío- como si
fuera un bisturí eléctrico, que cauteriza la herida al mismo tiempo de
producirla, en el desgarro está también la sanación, y por eso la percepción es
de evolución.
Pero evolución… ¿Hacia dónde? -me pregunto- y en la respuesta aparecen Machado y su camino, y el mío, y el tuyo, y el de todos. Los surcos del azar están por trazar. Cada vez tengo más claroscuro que justo donde los contrarios dialogan es donde sueña la verdad.
Pero evolución… ¿Hacia dónde? -me pregunto- y en la respuesta aparecen Machado y su camino, y el mío, y el tuyo, y el de todos. Los surcos del azar están por trazar. Cada vez tengo más claroscuro que justo donde los contrarios dialogan es donde sueña la verdad.
Cada uno tiene su verdad.
ResponderEliminarLa verdad es un rio que sueña con llegar a la mar.
Las mentiras son presas que sus aguas rebosan para llegar siempre a la mar.
Evolución hacia lo que es...madre mía qué cerca estás, desde aquí puedo escuchar esas últimas gotas que llenan la botella
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